domingo, 4 de mayo de 2008

“Uno sólo es quien, uno sólo es quien.”




“Sobre tu alma el deseo
Encerrada en ella el anhelo
Sobre tu corazón tus manos
Cautivo con el, tu sueño”


El cielo es oscuro y la noche, tarde, y las estrellas sobre el se esconden. El alma con sus ojos que ven se pierden, y sus manos que obraban descansan, como en una noche de desengaño, como que el corazón entiende su gran mal.
Sobre sus ojos el dolor, como cristales nacidos del alma se dejan ver, sobre su alma la llaga, sobre su corazón la herida. Como torrentes llegaron a ser sus ríos que corrían de su rostro. Sus pies permanecen quietos, su alma como derramada al olvido, su mente descuidada de toda preocupación. Como un alma apresada de toda ilusión, arraigada de toda esperanza, tomada de una palabra, de un amor, de un Dios, quebrantada, como asolada por un gran mal, fue su fe, fue su amor, arrancado.
Desea su alma su muerte, desean sus ojos no ver, ni su corazón sentir. El luto de su rostro no es comparado con el yermo de su alma, ni sus lágrimas con los mares, son sus ojos asolados, son sus manos como abandonadas, es su corazón como despreciado.
Cuando el deseo del corazón es contra de si mismo, y sus propias manos se destruyen, y el entendimiento como cegado, cuando el mismo su mal conspira, como que uno sólo es el que ve y el dolor siente, uno sólo es el que observa los pasos aun en tiempos de invierno, cuando los días son acortados y las tinieblas son prontas.
Como que uno sólo es el que ve, uno sólo el que realmente te ama, uno sólo el que realmente te acompaña el en dolor.



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